Filantropía de datos
¿Recuerdas los buenos días cuando te ibas caminando a los abarrotes más cercanos, sacabas un billete de veinte pesos y comprabas unas papitas? Qué fácil era la transacción: tu mamá te daba el dinero, tu hacías el pago y el vendedor te daba a cambio el producto. Conforme fuiste creciendo, conociste otras formas de hacer transacciones: las formas de pago eran diversas como tarjetas, cheques, billetes y monedas; y los medios para hacer la transacción también variaban: por teléfono, en persona, a domicilio. Y ahora, vivimos en un mundo interconectado en donde las transacciones son más ‘fáciles’ para el usuario (no tienes que convivir ni hablar con nadie si así lo deseas), ¿pero cuál es el costo? Ese user experience implica un sistema robusto y complejo, coordinando a su vez diferentes sistemas de información.
Si no recuerdas la ida a los abarrotes, quizá sí te acuerdas de esto: cuando llamabas por teléfono a un restaurante para pedir comida a domicilio. Aparentemente el proceso se simplificaba para ti (no salías de tu casa), pero agregaba un tercero: el repartidor. Solo se podía pagar en efectivo y le dejabas una propina por haber llegado rápido. Pero en medio de esta transacción aparentemente sencilla, sin darnos cuenta introducimos un intermediario invisible: la empresa telefónica. Y no es que haya personas escuchando todas las llamadas del mundo simultáneamente, estoy refiriéndome más bien a que toda la información sobre tus llamadas queda registrado: tu historial de llamadas incluyendo los números de teléfono, la duración de las llamadas, y la ubicación. Y sin duda tienen acceso a la infraestructura que haría posible grabar tu llamada. Pero no quiero venir aquí a hacerte entrar en pánico, o desarrollar un complejo de persecución. El hecho está en que hay un intermediario invisible, y le estamos dando información sin pensarlo.
Somos dominio público, o al menos, somos dominio de las empresas que entre sí se compran y venden información. O si queremos verlo de otra manera, sin darnos cuenta, somos filántropos de datos, repartiendo por doquier nuestra información a cualquier que lo pida (y no lo pida). Quizá en el caso concreto de telefonía no se nos ocurren muchas implicaciones, pero hagamos un ejercicio:
Imaginemos que quieres comprar un postre, un guilty pleasure, del que no quieres que la gente se entere por los motivos que quieras. No quieres salir a comprarlo porque te podrías topar a alguien en la calle o en la plaza comercial, y tampoco quieres hablar por teléfono porque ¿quién hace llamadas en 2019?* Entonces acudes a la opción más conveniente (aunque la más cara de todas): utilizar Uber Eats, Rappi, SinDelantal, Upmy, Didi Food o cualquier otro agregador de servicios.
Piensa por un momento en qué consiste comprar comida a domicilio a través de una de estas apps. El proceso parece sencillo:
- Escoges lo que quieres comprar
- Pagas a la aplicación que paga al restaurante
- Recogen tu comida y la traen a tu domicilio
¿Cuántos intermediarios identificas en esta transacción? ¿Cuántas empresas obtienen información de nosotros sin darnos cuenta? Te invito a que antes de seguir leyendo, de verdad trates de pensar en más de tres intermediarios. Los más fáciles: tú, el restaurante y el repartidor.
No es que seamos ciegos, es que la mayoría de los intermediarios son invisibles durante la transacción. ¿Por dónde pasa nuestra información? Veamos un procedimiento más detallado:
- El primer participante eres tú. Tienes hambre.
- Te conectas al Internet mediante el proveedor de Wifi o de 4G que tengas contratado. Ellos tienen tus datos y pueden llevar un registro detallado de las direcciones IP que visitas, tu horario y duración en cada una de esas direcciones IP, el tipo de información que consumes, la cantidad de información que descargas. En fin, aquí ya regalaste una buena porción de información sin si quiera haber empezado la transacción.
- El fabricante de tu celular muchas veces pide permiso para mandar reportes periódicos para ‘mejorar la experiencia de usuario’. Para bajar aplicaciones y utilizar tu celular, necesitas un Apple ID o una cuenta de Google. Ellos monitorean qué aplicaciones descargas, en qué gastas tu batería, qué aplicaciones dejas abiertas, y qué tipo de búsquedas haces.
- Bajaste la aplicación con la cual vas a pedir tu comida a tu celular y diste permiso a la aplicación de tener acceso a tu celular y tus datos personales incluyendo tu ubicación, tu forma de pago preferida y todas las formas de pago que tienes disponibles, el tipo de celular que tienes, tus hábitos de compra, tus últimas compras, la cantidad de dinero que estás dispuesto a pagar. Todavía ni pides de comer y ya donaste cientos de datos a por lo menos tres empresas diferentes. Qué generoso.
- ¿Y dónde guarda la aplicación todos los datos? Ciertamente guarda algunos datos temporales en tu celular, pero la matriz en donde se concentra toda la información de los usuarios es en un servidor. Este servidor (computadora que guarda información) puede ser propio de la empresa o puede ser un servidor remoto que la empresa subcontrata a otro proveedor para reducir sus costos fijos. Si bien muchas empresas desarrollan a la larga su propia infraestructura, muchas empresas nuevas comienzan a operar desde un servidor alquilado. ¡Qué bien! Otra instancia más que tiene acceso a nuestros datos.
- Escoges la opción que más se te apetece, el platillo ideal para pedir a domicilio, y pagas con tu método de pago favorito (guardado en el mismo servidor) y al confirmarse la transacción se entera alguien más: el banco. Seguramente este intermediario es de los más fáciles de identificar porque somos muy conscientes de dónde tenemos nuestro dinero y cómo lo usamos, dependiendo de las aplicaciones móviles de nuestros bancos para consultar la información. Pero aquí también quedan guardadas las transacciones, y el volumen de estas transacciones también son utilizadas para generar capital.
- ¿Y la red de tarjetas al que pertenece tu banco? Seguro es Visa o Mastercard, y si bien siempre hemos visto dos logotipos en nuestras tarjetas (el del banco y el de la red), ¿te habías puesto a pensar en que también tienen acceso a tu información?
- Y no olvidemos que seamos contribuyentes o no, el SAT tiene los ojos puestos en las cuentas bancarias.
- Y la orden finalmente llega al restaurante y acepta tu orden.
- Y el repartidor te trae la comida a tu domicilio
¿Entonces dónde quedó nuestra privacidad de datos? Y fíjate que aquí no estamos hablando de hackers que te podrían querer hacer daño (a menos de que seas una figura pública, no te preocupes por esto), únicamente estamos hablando de las instituciones a las que tú mismo (queriendo o sin querer queriendo) les diste acceso. Entonces, ¿qué hacemos al respecto?
La respuesta sencilla es: nada. Revertir la cantidad de información que ya has repartido es cerca de imposible: tu información ya fue vendida, rematada y hasta regalada al mejor postor. Pero como todo, podemos partir de esta información para desarrollar una manera más crítica de tomar nuestras decisiones.
*Yo